miércoles, 29 de abril de 2015

El estigma de los videojuegos

El estigma de los videojuegos y la violencia ficticia en el ocio

Sí, ya sé lo que estás pensando, "otro blog hablando de lo mismo, otro que se va a repetir como un ajo, otro que va a defender su postura como si los que mantienen la posición contraria fueran idiotas o estuvieran al 100% equivocados, otro que piensa que no hay matices". Nada más lejos de la realidad, dame una oportunidad.

Lo primero que quiero expresar es mi enfado e incomodidad con los comentarios que estoy leyendo por toda la red y escuchando en persona o por televisión sobre los videojuegos y el ocio en general. Sinceramente, ya vale de echarle la culpa al ocio y la ficción, ya vale de que los cómics, los videojuegos, las series y la pornografía sean culpables de todos los males y errores que cometen los niñatos de hoy en día.

Seamos serios, la violencia existía mucho antes de que el ocio fuese accesible para la plebe y los pobres, desde mucho antes de que se forjara la primera espada o se lanzara la primera piedra, la violencia es algo intrínseco en el ser humano, somos homínidos, primates, cazadores carnívoros que desarrollaron su tecnología a raíz de buscar mejores maneras para comer y matar, así de sencillo, el ser humano mata por naturaleza y ni siquiera esas lógica e inteligencia de las que tanto presume le han hecho cambiar en miles de años.

Lo cierto es que opino que en la mayoría de los casos en los que se opina que el ocio ha sido un problema, el verdadero problema son los padres, incapaces de impartir disciplina, ineptos al enseñar a empatizar, razonar y analizar, inexpertos al mostrarles a sus hijos que hay que tener un código moral tolerante y asertivo en el que respete el espacio de los demás y al mismo tiempo defienda el suyo.
Estoy también harto de empresas que se toman la molestia de tomar decisiones educadoras por los padres, de canales de televisión que recortan o modifican series, de distribuidoras que se encargan de tapar o mutilar productos de ficción que, en realidad, no están orientados a públicos menores de edad, sino a adultos hechos y derechos y con capacidad para decidir si adquieren y consumen un producto o no. En serio, ya vale de extirparle órganos a obras de arte y de expresión que simplemente algunos no comparten, respetan o entienden, que cada uno juzgue si quiere o no ser cliente.

Son los padres los que deben limitar el tiempo que su hijo juega a la consola, son ellos los que deben censurar su conexión a internet para que no pueda acceder a según que contenidos, son ellos los que deben aprobar los contenidos que consume en televisión, lectura y videojuegos, no las compañías, no la ley, ellos. Existe un sencillo sistema de clasificación para que cualquier padre sepa si lo que está comprando es apto para un menor a su cargo o si por el contrario puede ser una mala influencia.

El estigma que pesa sobre el ocio debería pesar sobre los padres y los educadores que han fracasado al formar a un niño como persona. Sois vosotros los fracasados, basta de buscar otros culpables, si la sociedad entera está fabricando en serie niños estereotipados la culpa es de los que lo consienten.

¿Yo niego que algunos niños sin la educación apropiada puedan verse malinfluenciados por ciertos productos de ocio? No, para nada, por supuesto que sí, hay mentes algo más débiles o impresionables que pueden verse afectadas, ya sea por traumas, ya sea por problemas de personalidad, es igual, ciertamente algunos menores no deberían verse expuestos a ciertos contenidos. Pero eso sigue sin significar que la censura nos deba afectar a todos. Por ejemplo yo no consumo pornografía homosexual masculina pero defenderé si es necesario que los que sí lo hacen pueden seguir haciéndolo sin que nadie decida por ellos si es bueno o no que lo hagan.

Por el amor de dios, no estamos hablando de drogas blandas y duras, estamos hablando de expresión artística, de ficción, de cultura al fin y al cabo orientada a públicos determinados. Si alguien quiere buscar un culpable, que lo busque un poquito mejor.

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